LOS MISIONEROS DEL VERBO DIVINO CELEBRAN SU FIESTA
El próximo 5 de octubre se cumple el vigésimo aniversario de la canonización del P. Arnoldo Janssen y del P. José Freinademetz.
El día 05 de octubre de 2003, el Papa de feliz memoria Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, en Roma, declaraba como santos al P. Arnoldo y José. No es fácil expresar en palabras la alegría, y el gozo que sentíamos todos los que formamos la familia verbita. Aquel día, tan único y especial, fue el momento de bendición tanto para la Congregación Misionera fundada el 08 de septiembre de 1875 como para toda la Iglesia Universal.
Después de un largo proceso de canonización, los dos verbitas, fueron elevados a los altares como modelos de fe, convirtiéndose también en intercesores nuestros ante Dios.
¿Qué hicieron, en qué se destacaron, cómo vivieron para que la Iglesia reconociera sus virtudes heroicas y los ponga como ejemplos para imitar?
- ¿Qué es la canonización?
La canonización es el acto mediante el cual la Iglesia católica, declara como santo a una persona fallecida. Desde el punto de vista histórico, los santos originalmente eran aclamados vox populi, es decir, por aclamación popular. Se trataba de un acto espontáneo de la comunidad cristiana. A los santos así reconocidos se le asignaba un día de fiesta, generalmente el aniversario de su muerte. A finales del siglo X se realizaron los primeros procesos canónicos. Finalmente, en el año 1234, se reservó oficialmente al papado el derecho de canonización.
La canonización, sea formal o informal, no santifica a ninguna persona. Se trata de una declaración de que ella fue santa al momento de su muerte, con anterioridad al mismo proceso de canonización.
La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios y el creyente puede rezar confiadamente al santo en cuestión para que interceda en su favor ante Dios.
- ¿Quiénes eran los Santos Arnoldo y José? Algunas pinceladas de sus vidas.
El P. Arnoldo Janssen nació el 5 de noviembre de 1837 en Göch, en una pequeña ciudad alemana, en una familia cristiana. De sus padres heredó una profunda espiritualidad trinitaria, un profundo amor a Jesús, la devoción al Espíritu Santo y a la Sagrada Escritura. Desde muy pequeño sentía una fuerte vocación para dedicar su vida a los demás. Siendo todavía joven, entró en el seminario diocesano y el 15 de agosto de 1861 fue ordenado sacerdote en la Diócesis de Münster.
Su particular devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a su intensa vida de oración, originó en él un celo apostólico misionero, creando una clara conciencia de que la misión de la Iglesia abarca a toda la humanidad.
Respondiendo a la llamada del Señor, a pesar de las condiciones poco favorables, el día 8 de septiembre de 1875 fundó una Casa Misionera, en Steyl, Holanda, dando inicio a una Congragación de los Misioneros del Verbo Divino. Sus palabras de la homilía de la inauguración de la nueva casa son recordadas hasta el día de hoy: “si esta obra tiene algún resultado positivo, agradeceremos humildemente la gracia divina. Si de ella no resulta nada, nos golpearemos el pecho con humildad para reconocer que no éramos dignos de esa gracia”.
La historia, sin embargo dice todo lo contrario. La obra creció… El 2 de marzo de 1879, tres años y medio después, enviaba los dos primeros misioneros a China y en segundo lugar a Latinoamérica, llegando a Argentina en el año 1889. La congregación de los Misioneros del Verbo Divino trabaja hoy en más de 70 países. Pero más importante que este crecimiento numérico son los esfuerzos que se hacen para responder a los desafíos de nuestro tiempo, inclusive cuando esto nos conduce por senderos difícilmente imaginados por Arnoldo. La frase tan conocida del fundador: “el anuncio del Evangelio es la expresión más sublime del amor al prójimo”, constituye en el tiempo presente la esencia del entusiasmo y del ardor misionero. Sin lugar a dudas, el mismo ideal sigue inspirando a muchos hombres y mujeres para entregar su vida al servicio del Reino de Dios.
San José Freinademetz nació un 15 de abril de 1852 en una familia numerosa en Oies (Italia). Entró al seminario diocesano para ser sacerdote del clero, sin embargo, en su interior sentía una profunda inquietud por otros horizontes. Una vez ordenado sacerdote desarrolla una bella pastoral parroquial en el Norte de Italia, pero Dios no lo deja tranquilo. A través del boletín diocesano que llega a sus manos descubre que el Señor lo llama a ser misionero en las tierras lejanas. Acepta la invitación del P. Arnoldo Janssen, se hace miembro de la Congregación del Verbo Divino en Steyl, comenzando a realizar su sueño de la vida misionera.
Un año más tarde, el primero de marzo de 1879, parte hacia China. Deja su patria, su familia para no volver jamás. Lo único que desea, es cumplir fielmente la voluntad de Dios.
Pronto comprenderá que el proceso de hacerse chino con los chinos es una tarea ardua y la conversión de los chinos aún más difícil todavía. Sin embargo, cuanto más tiempo está con ellos, más los ama y aprecia. El cambio que se opera en él es tan grande que al final de su vida afirma: “Los chinos son un pueblo maravilloso… yo amo a China y su gente y mil veces quisiera morir por ellos… quiero continuar siendo chino también en el cielo”. Todo esto es posible porque José:
-pone toda su confianza en el Señor. A los cohermanos les solía decir: “Sin meditación malgastamos la vida, que no pase un día sin deteneros en la Sagrada Escritura”.
–es un apasionado e infatigable misionero. José vivía y se desvivía por las cosas de Dios convencido profundamente que el requisito primordial de la misión consiste en el testimonio de vida de los misioneros. En una de sus cartas escribe: “La obligación del misionero es sencillamente dar testimonio de Jesucristo…y sembrar la buena semilla”.
–considera que “el amor es el único idioma que todos entienden”. Solo desde el amor comprendemos a José. Fue el amor a Dios y a los chinos por los que dejó su patria y en ese amor supo permanecer en medio de su pueblo hasta el final.
Consumido y extenuado por el trabajo apostólico, falleció de tifus el 28 de enero de 1908 en Taikia (China) en la opinión de santidad.
- ¿Qué nos dice a nosotros la canonización y que significado tiene para el hombre de hoy?
Hoy, al cumplirse el vigésimo aniversario de la canonización de Arnoldo y José, es justo preguntarnos por su significad para nosotros.
Sin pretender ser exhaustivos y respondiendo a la pregunta podemos consideramos que la vida de San José Freinademetz y de Arnoldo Janssen, es un punto luminoso para orientar nuestra tarea evangelizadora en la Iglesia y en el mundo de hoy. Su estilo de vida misionera impresiona, pero también cuestiona y compromete. A todos que nos sentimos verbitas (tanto a nivel personal como comunitario), nos invita a reflexionar sobre nuestra vida y misión en los nuevos escenarios de la sociedad de hoy; nos exhorta a potenciar nuestro celo apostólico amando y sirviendo desinteresada e incondicionalmente a los hombres y mujeres de hoy, convencidos de que: “nuestra vida es muy breve y nuestro tiempo demasiado precioso para que lo despilfarremos sin asunto”.
En el Amor del Verbo Divino
P. Tadeusz Giza SVD